viernes, octubre 01, 2010

VOGLIAMO TUTTO




“Las huelgas las convocan los sindicatos pero las hacen los trabajadores”. Cabe añadir que son los trabajadores quienes han de gestionar los réditos de su movilización. Se extiende una impresión complaciente, tal cual es que la huelga general ha salido mejor de lo esperado y que los sindicatos gozan de buena salud o, al menos, pueden ir tirando. Convendría afirmar que los trabajadores se han movilizado a pesar de los sindicatos, principalmente los mayoritarios, los de concertación, y, sobre todo, que los trabajadores están dispuestos a luchar más que la propuesta sindical, consistente en una rectificación de la política gubernamental que es insuficiente para satisfacer los deseos de la ciudadanía en general. Atender esta exigencia es fundamental si se quiere ir más allá de una huelga general ‘funcionarial’ consistente en negociar las sobras del pastel capitalista. Como decían los comunistas italianos de los 70, lo queremos todo y lo queremos ya.
Sería atrevido ignorar que la huelga solo podía prosperar con la convocatoria de los sindicatos mayoritarios de concertación que tienen el ‘poder’ contractual del estado para negociar y luchar en representación de los trabajadores, al menos de una parte de ellos. Pero también sería arrogante ignorar que parte de los trabajadores se manifestaron independientemente de las consignas sindicales mayoritarias. Y no una pequeña parte. Si esta huelga ha sido significativa no ha sido por su incidencia sino porque ha puesto de manifiesto la complejidad existente en la composición del trabajo y cómo la subjetividad de esta ya no responde al modelo fordista precedente industrial, masculino, nacional, fijo sino que el trabajo está diseminado en la sociedad toda que necesita una expresión metropolitana que sobrepase los muros de la fábrica. Los trabajadores buscan poner en marcha un dispositivo propio de confrontación al capital acorde con la nueva composición de clase que se ha manifestado en esta huelga incipientemente, sin olvidar el espacio que la red ha inaugurado en el antagonismo, como tendencia organizativa a seguir. Si hay confusión a la hora de valorar esta huelga es porque sus parámetros han cambiado y no pueden medirse conforme a las precedentes. Hoy la invisibilidad de la explotación ha adquirido cuerpo en la misma negación de los medios institucionales de la protesta proponiendo alternativas resistentes que se empiezan a explorar.
El día después de la huelga es inexistente para gran parte de estos trabajadores porque ya supone un continuo de luchas. Es por eso que la escolástica sindical-gubernamental-oposición es solo dispositivo de control, palabrería vacua que solo pretende neutralizar el antagonismo clasista. De hecho, la convocatoria sindical rezaba así, no, rectificación, e inmediatamente pretende volver a la mesa de negociación a cumplir su rol de funcionarios de la crisis como agentes sociales que son. No hemos hecho la huelga para tal cosa. Nuestra huelga es como clase para satisfacer nuestras necesidades que no son negociables. Este es el antagonismo de clase, esta es la lucha obrera. Esta es la huelga que no se reconoce públicamente pero que persiste tras el 29 de septiembre.