jueves, noviembre 15, 2007

LÁGRIMAS EN LA LLUVIA



“He visto cosas que vosotros no podríais creer. Naves de combate en llamas, más allá del anillo de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad de la puerta de Tannhauser... Y todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”. Lágrimas en la lluvia. Roy Batty rememora toda su vida en la eclosión de la lucidez última, aquella que con toda seguridad es nuestra. “Es toda una experiencia vivir con miedo... ¿verdad?”
El miedo como dispositivo político. Naomi Klein, activista canadiense, profundiza en ello en su último libro ‘La doctrina del shock’. Una guerra, una matanza, un ataque terrorista, un desastre natural, o cualquier hecho amenazador, permite la aplicación de una política de shock que justifique acciones económicas de privatización, desempleo y carestía. Este shock, similar a las descargas eléctricas aplicadas a los prisioneros y enfermos, ha de generar la dosis suficiente de terror y parálisis que permita someter a sociedades enteras. Es un dispositivo para lograr objetivos políticos y económicos. El 11-S o Nueva Orleans son un ejemplo de este capitalismo del desastre. El desastre provoca la conmoción y la consiguiente demanda inducida de control.
Esto que pudiera parecer quizá fantástico, ficticio, convive con nosotros a diario desde la producción del pánico a partir de los medios hasta la trivial inquietud de andar por casa. Así, la invocación del desastre provocado por la deuda municipal se utiliza no solo como arma arrojadiza entre los contendientes sino, sobre todo, como justificación para implantar tanto medidas privatizadores como reducción del gasto social sin que, como contrapartida, se reduzca el despilfarro. Es decir, la deuda, que existe realmente provocada por los sucesivos gobiernos municipales, sirve como dispositivo para ejecutar políticas antisociales por ellos mismos.
Está escrito que la política está hecha del paciente ajedrez de los cadáveres. Incluso esta política del desastre arrastra a quienes pretenden oponerse a ella porque se reconocen continuamente entre los vencidos en vez de pensar con Spinoza que “El hombre libre en nada piensa menos que en la muerte y su sabiduría no es meditación sobre la muerte sino sobre la vida”. Las lágrimas del replicante son el miedo del esclavo.

Publicado en Cuatro Esquinas º583

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