miércoles, diciembre 13, 2006

CORRUPCIÓN


Corrupción se deriva de corrumpere, ‘descomposición’. Corromper significa ‘echar a perder, depravar, pudrir’. ¿Qué se echa a perder? El ordenamiento constitucional que sustenta el funcionamiento del Estado. Mas tengamos en cuenta que toda Constitución no es sino ajuste de cuentas de un proceso político, luego también corrupción al fin y al cabo.
Los principios constitucionales suponen que las acciones del Estado se rigen por el principio de legalidad, de modo que toda acción debe basarse en una ley, generando seguridad jurídica en la ciudadanía. Para las personas rige el principio de libertad de acción: todo lo que no está prohibido está permitido.
Siendo este principio de legalidad fundamental, no lo es menos el principio de libertad individual antes aludido, principio que en nuestra sociedad es eminentemente económico. Si el papel moneda hace las leyes, el principio de libertad de acción, tendente al enriquecimiento, subvierte el orden constitucional continuamente. En definitiva, toda Constitución es un dique obsoleto a la lucha de clases.
Por tanto, corrupción y política son pleonasmo: redundancia de términos contiguos. Ante el horror que su hedor produce, intentamos convencernos que una manzana no estropea el cesto cuando la canasta está podrida. La corrupción es sistémica. La política, por espuria, no funciona sin ser corrupta. La corrupción urbi et orbe es la bendición de los políticos.
Su reconocimiento está a la vista de todos con total impudicia. Su exhibición es sintomática. El sistema la expele como excesiva manifestación de su enfermedad: la apropiación violenta de lo que es de todos. Las excepciones confirman la regla: el sistema es corrupto.
Dice San Agustín que los grandes reinos sólo son proyecciones aumentadas de pequeños ladrones. Agustín de Hippona se asombraría de los actuales ladrones del poder financiero y sus emporios. Cuando el capitalismo pierde todo valor dando rienda suelta a su voraz acumulación económica, aparece inmediatamente como corrupción inmersa en nuestras vidas.
publicado en Cuatro Esquinas nº 531

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